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[Esta entrevista fue publicada en Cuadernos del Sur, suplemento cultural del Diario de Córdoba, el 16 de septiembre de 1999, en su pág. 4.]

 

José Luis Villacañas, andaluz nacido en Ubeda (Jaén) en 1945, y transterrado desde joven en Valencia, acaba de ser nombrado Director General del Libro de la Comunidad Autónoma Valenciana. Es la valenciana la primera autonomía donde se ensaya esta figura administrativa de la Dirección General del Libro (DGL) y hemos querido conocer la opinión de este andaluz ilustre que es su responsable sobre  la posibilidad de extender la experiencia a comunidades como la andaluza.

         Villacañas es Doctor en Filosofía con una tesis sobre la filosofía de Kant y catedrático en la Universidad de Murcia. Profesor de Investigación del CSIC, es autor de libros como La formación de la crítica de la Razón Pura, Racionalidad Crítica, La Quiebra de la Razón Ilustrada o Historia de la Filosofía Contemporánea.

 

—¿En qué consiste esta Dirección General? 

—En el ámbito de la administración autonómica, es una institución de nuevo cuño. Con ese rótulo sólo existe en el ámbito de la Administración Central: el Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas dependiente del Ministerio de Cultura. Las autonomías suelen tener una Conserjería de Cultura y un Servicio del Libro o de Bibliotecas. En la Comunidad Valenciana se ha establecido la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, que además se ha hecho coincidir con la Dirección de la Biblioteca Valenciana. De manera que todas las competencias en el ámbito del libro, excepción hecha del libro de texto, están centralizadas y visibilizadas en una única Dirección.

—¿Qué ventajas tiene esta centralización?

—Creo que es bueno que todos los sectores que intervienen en la vida del libro puedan disponer de un espacio común. Esto es lo que ha de garantizar la DGL. Desde quien escribe el libro, hasta quien lo edita, quien lo distribuye, quien  lo vende y quien lo lee, la DGL tiene el cometido de atender de forma integradora a todos esos sectores, de tal manera que se puedan ver las caras (no hay que olvidar que a veces envuelven intereses contradictorios) y conciliar sus posibles diferencias, así como organizar sus intereses y racionalizar las ayudas públicas que se les conceden.

—Supongo que el libro propio, el libro hecho en la autonomía correspondiente, es el que sale beneficiado en este nuevo escenario.

—La idea es, en efecto, la de defender la industria del libro propia. Para que nuestros escritores más descollantes no tengan que marcharse de Valencia hemos de garantizar que nuestros editores reciban ayudas...

—¿Qué tipo de ayudas?

—Ayudas no sólo monetarias, sino sobre todo cualitativas: promoción a la lectura, presentación de libros, mesas redondas y seminarios sobre libros editados, premios a la mejor labor editorial, difusión en todas las librerías y bibliotecas españolas...

—¿Cuántos libros se editan en la Comunidad Valenciana?

—Alrededor de 4.500 títulos anuales. No todo es presentable ni relevante de una forma competitiva, pero sí conviene hacer visible lo que valga la pena presentar fuera para que la couta de mercado valenciano en España se vaya ampliando.

—¿Habrá control del uso que se hace de las ayudas?

—Indudablemente. No es viable el sistema de ayudas sin una tarea de inspección.

—¿Se plantea la DGL la posibilidad de crear una editorial propia?

—En absoluto. La DGL no quiere hacer competencia a las editoriales. Pretende que la industria se haga cargo del crecimiento del sector. Hay que hacer competitivas a nuestras editoriales para que desarrollen su tarea de una forma moderna.

—¿Cree exportable esta experiencia a la Comunidad Andaluza? Creo que una de las coincidencias es que no existe en Valencia ni en Andalucía una editorial potente que pueda competir con las de Madrid o Barcelona.

—Hay que reconocer el terreno que pisamos. No podemos aspirar a tener Planeta o Espasa-Calpe. Pero sí podemos aspirar a tener una industria que vaya conquistando cuotas de mercado en los ámbitos nacional y latinoamericano. Para ello tenemos que crear nuestros propios canales de publicidad y marketing, que están monopolizados en la actualidad por las grandes empresas editoriales. En el libro de poesía y de ensayo, por ejemplo, sí podemos aspirar a abrir esos canales. A diferencia de la novela, que se encuentra más cerrada, el ensayo y la poesía sí pueden abrirse camino a nivel nacional.

—¿Sería exportable la idea de la DGL a una Comunidad como la andaluza?

—Ordenar y regular el sector del libro es una necesidad común a todas las comunidades grandes, como son la andaluza y la valenciana. Un equivalente de la Dirección de la Biblioteca Valenciana, por ejemplo, sería de gran importancia en Andalucía. La Biblioteca Andaluza, que existe, no está engranada con el resto de bibliotecas, algunas tan importantes como la Colombina o el Archivo de Indias. Por tanto, no hay una proyección nacional ni una investigación común. La Biblioteca Valenciana va a ser, no sólo la cabecera de las bibliotecas valencianas, sino también la biblioteca encargada de guardar, preservar, estudiar, investigar y difundir el patrimonio documental y bibliográfico de todos los valencianos de todos los tiempos. Esto significa que puede formar parte de la red de Bibliotecas Nacionales, pues está encargada de proteger una cultura propia. Es un centro tan representativo que debe tener proyección y visibilidad en el resto de España. Ahí, en la identificación y la organización de una cultura propia a través del patrimonio, de la creación y de la investigación, es decir, en la visión conjunta y orgánica, veo yo el posible futuro autonómico de las Direcciones Generales del Libro.