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TURISTAS
Y VIAJEROS
Cuando uno se queda en casa durante el verano no está veraneando, sino
pasando el verano. Así, “veranear” es una palabra cuyo significado más
palpable ya se ha asociado indisolublemente a la idea del viaje. Viaje turístico,
si se quiere. Porque una de las muletillas más repetidas entre los novelistas,
los presentadores de televisión y, en fin, la gente que entiende de la vida, es
que el turista es una especie deleznable. El turista es el culpable del
deterioro de la flora de las Islas Galápagos, de la prostitución infantil en
el tercer mundo, de la occidentalización de la selva colombiana y de los
desperdicios de la Piazza di Spagna.
La
contrafigura de este pobre diablo es la del viajero. El viajero, a diferencia
del turista, es un hombre de mundo; un tipo individualista de barba difícil que
se hace un té a la hoguera junto a un arroyo virgen de algún lugar ignoto.
Alguien parecido al vaquero solitario de Marlboro,
en fin, que vagabundea sin rumbo para adquirir auténtica experiencia de la
vida. Porque el viajero se fija en todo, como el búho del cuento, a diferencia
del turista, que no se entera de nada.
Claro
que el viajero también viaja, como el turista, pero de otra manera. Cuando
visita las Islas Galápagos, no deteoriora la flora; cuando se pone en
horizontal junto a una menor filipina a cambio de dinero, está llevando a cabo
una experiencia existencial. Y cuando paga con un receptor de radio a una
familia que lo acoge, está intercambiando bienes al modo precapitalista.
Se
han ridiculizado las bermudas del turista, la cámara en ristre del turista, la
gorrita de visera del turista y la boca abierta del turista. Pobre hombre. Hasta
las guías turísticas se llaman a sí mismas “de viajero” y aconsejan
desviarse de las “zonas turísticas” para vivir algo “diferente”. Después de pensarlo mucho, he llegado a la conclusión de que tal distinción es meramente lingüística. La distinción entre el viajero y el turista, cuando no es una mera cuestión de pasta (el viajero gastaría Visa Oro del Chase Manhattan Bank, y el turista Visa 4B), es una mera concesión que le hacemos a nuestro pobre corazón atribulado: en realidad, todos los que viajamos somos turistas que quisiéramos ser viajeros. O viajeros que se avergüenzan de ser turistas. Cómo está el mundo.
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