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LA SELECTIVIDAD INSIGNIFICANTE

Una última medida ha venido a dar el golpe de gracia a la prueba de Selectividad: a partir de ahora, cuando un alumno no obtenga la nota apetecida, no deberá preocuparse, porque tal circunstancia no significará que ha suspendido la Selectividad. Sólo tendrá que presentarse una segunda vez... y una tercera.. y una cuarta... hasta que triunfe la insistencia. Más o menos como el conejito de Dura-cell. La función de “seleccionar” a los alumnos de Secundaria ha pasado a mejor vida, aunque el nombre de Selectividad se mantiene. Supongo que por tradición.

         La prueba de Selectividad tenía sentido cuando la masificación de estudiantes universitarios, sobre todo en ciertas carreras, hizo pensar en la conveniencia de un filtro previo que adaptara el limitado número de plazas disponibles al creciente número de aspirantes a esas plazas. Lo cierto es que la caída del índice de nacimientos está dejándose ya sentir en el número de aspirantes a universitario, y en parte por esa razón ya aprobaba casi todo el mundo... hasta la aparición de la medida que comentamos, gracias a la cual aprobará todo el mundo.

         Como decía Condorcet: Calculemus. Si la prueba de Selectividad para todo bachiller que aspira a universitario no selecciona (es decir, no cumple con su cometido); si, por otra parte, la mayoría de las titulaciones ya pueden dar abasto a un número decreciente de aspirantes debido al descenso de población estudiantil; y, si para terminar, los ya cuantiosos costes económicos de la prueba anual se van a ver ahora incrementados con la repetición indefinida para los alumnos suspendidos, ¿no sería mejor (más sencillo, más barato, más útil) prescindir de la prueba?  

         La directora general de Universidades, Carmen Martorell, ha declarado: “los alumnos pueden estar tranquilos, porque la mayoría de ellos aprobará”. Peregrina declaración, porque cualquiera podría preguntarle qué clase de examen es ése ante el cual el alumno no ha de estar intranquilo. Teniendo en cuenta todo lo dicho, ¿no sería mejor cortar el grifo despilfarrador de la Selectividad universal y dejar que sean aquellas universidades interesadas en seleccionar a su alumnado las que diseñen un examen previo adaptado a sus circunstancias particulares? La eficacia y la racionalidad económica aconsejan una respuesta afirmativa.