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EL PUDOR O LA VIDALa
organización “Coordinadora de la lucha contra el sida” ha propuesto
instalar unas máquinas expendedoras de preservativos en los Institutos de Enseñanza
Secundaria, y esta propuesta ha levantado las protestas de la Federación
Provincial de Asociación de Padres de Alumnos, sobre la base de que sus hijos
no van al Instituto a tener pareja, sino a estudiar, o que primero habría que
formarles.
No
sé qué significa que los alumnos “no van” al Instituto a tener pareja. El
hecho es que algunos sí la tienen. Esa es la realidad. Cualquier conocedor de
la vida de los Institutos sabe que hay parejas y relaciones sexuales entre el
alumnado. No se trata de una mayoría, pero sí de una minoría crecida.
Por
otra parte, dudo mucho que un adolescente sin pareja vaya a mantener una relación
sexual por el hecho de disponer una máquina de preservativos cerca. Porque lo
que hace falta para tener una experiencia sexual no es un preservativo, sino una
pareja. Tampoco soy capaz de entender qué tipo de mala influencia puede
significar la visión de un preservativo. Y, por fin, tampoco veo por qué razón
son incompatibles la formación humana y la disponibilidad de un instrumento
para detener la infección de un virus mortal.
Quizás
sea una mera cuestión de pudor, el deseo inconfeso de todo padre por retardar
el ingreso de su hijo en la sexualidad. El impulso protector es comprensible.
Pero cuando el hijo ya ha ingresado (y los padres suelen ser los últimos
en enterarse) en ella, su vida es lo único que importa.
Según las cifras que nos acaba de facilitar la Fundación Antisida España,
el 30% de nuestros jóvenes y adolescentes que tienen relaciones sexuales no utiliza el preservativo. Hay otras causas de esta conducta tan
peligrosa, pero sin duda la dificultad constitutiva del joven o adolescente por
posponer el placer en un momento dado juega el papel principal. No tienen un
preservativo a mano en el momento clave, pero siguen adelante con los escarceos
hasta que ya no importa. Ese muchacho o muchacha que puede salvar su vida podría
ser justamente el hijo de quien se opone a la disponibilidad de preservativo.
Aunque los padres suelan creer que su hijo (o su hija) no tiene relaciones
sexuales, la experiencia nos demuestra que en ocasiones se equivocan. Aún hay
tiempo de rectificar. |
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